Por Lina María Pieruccini Arias
Mientras curaba una herida en la mano de mi hijo Luciano (7 años), observé su rápida recuperación, en contraste con la lentitud de la mía. Esto me llevó a reflexionar sobre la regeneración, no solo como un proceso biológico, sino como un principio esencial para nuestra forma de habitar el mundo. La naturaleza regenera constantemente, desde los ajolotes que recuperan extremidades hasta los avances científicos que buscan potenciar nuestras propias capacidades de sanación. Pero, más allá del cuerpo, ¿no es también urgente regenerar nuestra cultura, educación y relación con el planeta? En un mundo acelerado, donde el desgaste ambiental y social avanza sin tregua, debemos recuperar el tiempo necesario para sanar.
1. La regeneración en la naturaleza y en el ser humano
La regeneración es un fenómeno extraordinario. Si bien en algunos animales es evidente, en los seres humanos podría ser más poderosa de lo que creemos, pero ha sido olvidada por el ritmo frenético de la sociedad moderna. En la medicina, este proceso es clave en la recuperación de tejidos y órganos, pero ¿qué pasaría si aprendiéramos a regenerarnos también en lo social y ambiental? Quizás, al priorizar la inmediatez, hemos perdido la paciencia necesaria para permitir la recuperación no solo del cuerpo, sino también del planeta.
2. Un mundo acelerado y la desconexión con la regeneración
Vivimos en una era donde todo es inmediato. La industrialización ha acelerado el desgaste del planeta sin darle tiempo para regenerarse. Luciano, mi hijo, aprende cómo la Tierra tardó millones de años en volverse habitable, pero la humanidad parece haber olvidado la paciencia y el respeto por estos procesos.
3. Educación y desarrollo regenerativo
Para regenerar nuestra forma de vida, debemos integrar este concepto en la educación. No basta con enseñar a cuidar el planeta como una obligación; es necesario fomentar una conexión auténtica. Los niños aprenden desde la curiosidad y el asombro. Si desde pequeños entienden la importancia de la regeneración, respetarán los ciclos del planeta y actuarán con paciencia, cultivando una sociedad capaz de sanar su entorno y a ellos mismos.
Conclusión
Sanar es más que un proceso biológico; es una urgencia para nuestra sociedad y el planeta. Respetamos la regeneración en la biología, pero la ignoramos en nuestra cultura. La velocidad con la que vivimos ha impedido la recuperación del mundo. El desarrollo regenerativo no es solo ciencia, es una oportunidad para transformar nuestra relación con la Tierra. Si aprendemos a respetar los tiempos de sanación, podremos restaurar no solo el equilibrio ecológico, sino también nuestra forma de vivir con responsabilidad y armonía.